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desasosiego

Reflexiones sobre lo evidente a los 43

El paso del tiempo va dejando una herida abierta sobre la piel en la que resbalan las ilusiones que se escapan en la misma dirección inexorable de las agujas del reloj, pero mucho más deprisa que ellas. El tiempo, dañino como arma que cargara el diablo de la desesperanza, nos dispara a la cara – como por accidente – su ráfaga de perdigones de perplejidad. Agotados de contemplar tantas señales de desaliento, recordamos nuestra vida conjugando siempre los verbos en pasado, en modo indicativo, en forma imperfecta.

¿La infancia como paraíso recobrado donde tantas veces queremos encontrar las virtudes que el tiempo se ha empeñado en esconder entre los pliegues de su infinito manto? ¡Qué espejismo! La infancia no es más que un lugar reflejado en nuestros anhelos, pero no es la patria donde podríamos volver sin arrastrar los estigmas del exilio. Porque la condena es este destierro permanente que nos mantiene encerrados entre las paredes de una piel adulta, ajena a la indolencia y la ingenuidad de una mirada virgen sobre las cosas todavía inmaculadas. Esa condena es a perpetuidad, salvo que consigamos la absolución que otorga el cinismo de la vejez.

Cuando la tenue luz de la mortecina tarde de otoño se refleja en la piel de los monstruos de acero, cuando el único aire que suena es acondicionado, cuando el cristal de la ventana no previene de la tristeza exterior ni es capaz de contener la nostalgia infinita y desnuda, cuando no hay límites entre el discurrir de ese espejismo que llamamos vida y ese pasar del tiempo que llamamos tedio, cuando las horas se empeñan, machaconamente, en demostrarnos lo inexorable de su peso, en esos momentos la dicha parece tan lejana e inalcanzable como el más ajeno de nuestros sueños. Pero mañana, temprano, a la hora razonable del comienzo de todo, la luz tendrá un brillo distinto, nuestra conciencia vibrará con una frecuencia más acorde con la naturaleza las cosas y, entonces, sentiremos menos desasosiego por querer seguir creyendo en el espejismo de vivir.

2 comentarios

Javier Turienzo -

"Entonces, como si el viento en ellas diese, y fuesen nubes, todas las ideas en que hemos sentido la vida, todas las ambiciones y designios en que hemos fundado la esperanza en su continuación, se rasgan, se abren, se alejan convertidas en cenizas de nieblas, harapos de lo que no ha sido ni podrá ser."

"Llevo conmigo las heridas de todas las batallas que he evitado"

Del "Libro del desasosiego", Pessoa

Amanda -

Cuánto me suena todo lo leído.
Bienvenido a la comunidad.
Saludos.